martes, noviembre 09, 2004
Comprendanme. Necesito un poco de piedad de parte de ustedes, antes de que lean este post.
Cuando son ya las doce menos cuarto de la noche de un lunes, y una viene de una larga jornada que incluyó ocho horas de trabajo y luego cinco horas de ensayo, tienen que entender que la apariencia estética no es óptima.
Así venía yo: con los pelos revueltos, las ojeras en su máximo esplendor, jogging, musculosa y zapatillas. Me toca viajar en uno de esos mini colectivos que son como camionetitas tamaño extra large. No consigo asiento, me paro al fondo, al lado de la última hilera de asientos dobles que está justo antes de la puerta.
Un par de paradas más adelante sube tremendo bombón. Sí: tre-men-do! Morocho, pelo cuidadosamente descuidado, bermudas azules hasta la rodilla, remerita verde loro. Y me mira. Y yo lo miro. Él decide ubicarse al otro lado de la puerta, pero mirando hacia donde estaba yo, adoptando una posición ultra cool predeterminada. Y yo siento cómo sus ojos me examinan. Me miran de arriba abajo. Una vez, dos, tres. Y yo que me quiero morir. Me repaso mentalmente y me encuentro despojada por completo de toda arma de seducción. Maldigo, maldigo mucho. Y le pido a quien sea que me esté escuchando los pensamientos que se levante alguien y me deje el asiento, así yo puedo dejar de percibir cómo este bombón me observa.
Se levanta un señor gordo y yo consigo sentarme. Finjo suspirar aliviada. Ahora, si el bombón quiere puede mirarme la nuca todo lo que se le antoje, que total yo no me voy a dar cuenta. Sigo mi viaje, tranquila.
Cuando llega el momento de bajarme, voy hacia la puerta y noto que el bombón seguía ahí, apoyado contra el barrote que tiene el botoncito del timbre. Me mira. Maldigo. Me acerco. Me paro al lado. Me sigue mirando, sin disimulo. Toco timbre, el colectivo se arrima al cordón y abre su puerta para que yo baje. Y en ese preciso instante, escucho: "Chau, rubia divina".
Me quedo congelada antes de pisar el segundo escalón. Un cuarto de segundo de detención. Duda, duda... "¿eso habrá sido para mí?". Lo miro y él me está sonriendo. Le sonrío. Y me bajo.
El colectivo se va y se lleva al bombón.
Ahora sí: péguenme. Sin asco.
Posteado por ~Naty~ a las 10:09 a. m.
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