En el Bondi

 

Contacto


Pasajeros


Blogs Hermanos


Archivos


Idea Original


Otros Links


Créditos


lunes, octubre 11, 2004

Una noche de agosto

"Te acompaño hasta tu casa", le dijo él después de la charla en aquel bar. Y ella respondió: "No, dejá. Yo espero a que venga tu colectivo y después camino la cuadra que me queda, sola. No te preocupes".
Llegaron a la parada del 151. Él se paró en la calle a esperar y ella se quedó al filo del cordón de la vereda, con sus manos en los bolsillos del saco y los hombros elevados por el frío.
Se miraron un largo rato, en silencio. Hasta que finalmente él le dijo: "Gracias" y la abrazó.
Ella se refugió en su cuerpo y lo abrazó también. Sintió cómo el mismo perfume de siempre le rasgaba el alma. Y entonces él la observó y, sosteniéndola todavía, le dijo: "Me muero de ganas de darte un beso".
Ella le respondió que no. Que era mejor dejar las cosas así como estaban, pero él le insistía y ella ya no resistía esa mirada, ese perfume, ni la tentación de volver a probar aquella boca. Una vez. Solamente una vez más.
"Ahí viene tu colectivo!", le gritó. "No me importa, espero el próximo", fue lo último que él pronunció antes de besarla.
Y pasaron dos 151 más. Y un tercero. Y él le dijo: "Por favor, venite conmigo. O vamos a tu casa... no sé. Pero pasemos la noche juntos... por favor".
Ella lo miró y luego vio por el costado de su ojo izquierdo que venía el cuarto 151. Automáticamente extendió su brazo derecho. El colectivo frenó y abrió su puerta delantera.
"Andá".
En silencio, él se subió, sin dejar de mirarla un sólo segundo, hasta que el 151 se perdió por la avenida y ya no pudieron sostener más sus miradas.
Nunca más volvieron a verse ni a hablarse. El 151 se había llevado por siempre la agonía de ese amor. Y cada vez que ella volvía a pasar por aquella parada, sonreía recordando ese último y mágico rapto de pasión.

En el Bondi © 2004