sábado, septiembre 25, 2004
Que te quieran afanar en un bondi no es una historia original. Pero cuando el señor ladrón se confunde mucho, amerita.
Hace unos años, yo volvía de la facultad a bordo del 60. El subte D todavía no llegaba hasta Juramento, así que por las noches elegía a la máquina amarilla y negra para que me transportara hasta casa, y, lógicamente, éramos varios los que optábamos por este medio.
Yo viajaba parada en el pasillo y, faltando apenas algunas cuadras para bajarme, siento algo raro en mi espalda. Un movimiento extraño en la zona de mi mochila negra con bolsillitos, acompañado de un olor a alcohol tan penetrante que me hizo dar vuelta solamente para ver quién destilaba ese aroma al respirar. Era un señor. Morocho. Feíto. Obviamente se hizo el tonto cuando lo miré, pero no me importó. Sabía que no tenía nada de valor dentro de los bolsillos de la mochila.
Llegamos a Juramento y Cabildo, mi parada, así que me bajo. El 60 se queda frenado por culpa del semáforo, y yo aprovecho para chequear mi mochila y le veo uno de sus bolsillos abierto. Me detengo y me doy cuenta que me faltaba algo. Concretamente, me faltaba una caja de Sertal Compuesto algo aplastada por el traqueteo diario, que solía viajar cómodamente en ese bolsillito.
Me río ante la mala suerte del señor chorro, quien seguramente había flasheado que esa cajita aplastada era mi billetera.
Miro hacia el 60, meneando mi cabeza de izquierda a derecha, y mi mirada se cruza con la del ladrón. Y no me importaba estar en medio del tumulto de Juramento y Cabildo. Levanté mi brazo derecho y le mostré al chorro mi dedo mayor alzado por sobre los otros.
El semáforo cambió a verde, el 60 arrancó y se llevó rumbo a Tigre la mirada sorprendida de un ladrón que iba abordo y que no podía dejar de mirar mi dedo levantado.
Posteado por ~Naty~ a las 11:49 a. m.
# | |
|